El arte de ser luthier, mucho más que un oficio
Imagen: Endri Yana
Paciencia y un gran amor por la madera. Sin esta combinación de virtudes no se entiende el oficio de luthier, un trabajo manual que apenas ha variado en su esencia en pleno siglo XXI. Estos artesanos musicales siguen trabajando a la usanza de los maestros italianos para dar forma a instrumentos de cuerda frotada y pulsada que son piezas de arte. Detrás de cada uno suele haber el alma de un carpintero emocionado con transformar tan noble material en sonido.
Luthieres de hoy y su pasión por la madera
El maestro de guitarras Daniel Gil de Avalle coincide en esta idea tan emotiva, lo suyo es mimar la madera, domarla, hasta transformarla en este instrumento tan popular. Precisamente una de sus últimas creaciones ha sido una guitarra hecha de arce acolchado barnizada manualmente sin escatimar en tiempo, este proceso de barniz le ha llevado un mes. Pero solo así concibe su oficio, hacer guitarras que transmitan sensaciones y hablen con el público. Algo muy parecido sucede con las gaitas gallegas de Seivane: sus maestros llevan construyéndolas desde hace dos generaciones aunando técnicas tradicionales con tecnología. Hacen diseños a la medida de los músicos con numerosas configuraciones posibles. Al igual que el resto de colegas de profesión, madurando las maderas durante años, buscando la perfección y dando valor a la calidad frente a la cantidad.
Un oficio que siempre estuvo ahí
Creadores, restauradores y excelentes conservadores
El taller de estos maestros y sus herramientas favoritas
Los instrumentos musicales modernos fabricados artesanalmente no tienen nada que envidiar a los de las grandes maestros, incluido el más emblemático, Stradivari. Los nuevos artesanos que llegan a este oficio nutren su alma construyendo estas piezas de cuerda transmisoras de emociones. Son creadores de sonidos que continúan la tradición centenaria y creen en el amor por el detalle sin que el tiempo importe en el proceso realizado: desde el momento del diseño a la creación del molde, el instrumento acabado y, por último, el broche final, su barnizado. Algunos lo han convertido en su forma de vida.