Cortesía Woodiswood

Imagen: Endri Yana

Paciencia y un gran amor por la madera. Sin esta combinación de virtudes no se entiende el oficio de luthier, un trabajo manual que apenas ha variado en su esencia en pleno siglo XXI. Estos artesanos musicales siguen trabajando a la usanza de los maestros italianos para dar forma a instrumentos de cuerda frotada y pulsada que son piezas de arte. Detrás de cada uno suele haber el alma de un carpintero emocionado con transformar tan noble material en sonido.

Luthieres de hoy y su pasión por la madera

Diego del Valle, Agustín Clemente, Daniel Gil de Avalle y los hermanos Seivane. Son solo una representación de figuras consagradas de este oficio en España y muchos de sus instrumentos musicales están por todo el mundo porque han terminado en manos de grandes de la música. Violines, violas, violonchelos, arcos, gaitas… Piezas únicas, fabricadas con esmero, precisión y un gran dominio de las técnicas de este arte.
Artesano musical trabajando
Imagen: framolca/ Pixabay
Todos coinciden en que el oficio de luthier es una profesión llena de paciencia y amor y todos parecían estar destinados a terminar trabajando con la madera. Diego del Valle confiesa que fue la luthería la que le encontró a él y no al revés. Ya son 25 años los que lleva dedicados a este oficio que aprendió de un maestro internacional, Pavel Schudtz, y calcula haber hecho unos 300 violines a lo largo de su carrera. La pieza que más trabajo y tiempo le ha llevado es una viola inspirada en un instrumento de Antonio Stradivari, el luthier más famoso de todos los tiempos, actualmente en el Museo del Palacio Real de Madrid.
Para Agustín Clemente cada uno de sus violines construidos es diferente, cada “hijo” es de una manera aunque todos suenan bien y para conocer su alma no duda en probar cómo suenan. En su taller no hay máquinas, todo es manual, un trabajo de precisión y afinación de la madera. Porque para él ser luthier no es otra cosa que servir a la música.
Construcción de violín
Imagen: Vincent Blanc/ Pixabay

El maestro de guitarras Daniel Gil de Avalle coincide en esta idea tan emotiva, lo suyo es mimar la madera, domarla, hasta transformarla en este instrumento tan popular. Precisamente una de sus últimas creaciones ha sido una guitarra hecha de arce acolchado barnizada manualmente sin escatimar en tiempo, este proceso de barniz le ha llevado un mes. Pero solo así concibe su oficio, hacer guitarras que transmitan sensaciones y hablen con el público. Algo muy parecido sucede con las gaitas gallegas de Seivane: sus maestros llevan construyéndolas desde hace dos generaciones aunando técnicas tradicionales con tecnología. Hacen diseños a la medida de los músicos con numerosas configuraciones posibles. Al igual que el resto de colegas de profesión, madurando las maderas durante años, buscando la perfección y dando valor a la calidad frente a la cantidad.

Un oficio que siempre estuvo ahí

El trabajo de luthier en realidad empezó con la fabricación de laúdes, de ahí su nombre (luth). Pero la aparición en el mundo de la música de violonchelos, violines y violas de gamba hizo que estos maestros de herramientas musicales decidieran ampliar su oficio. El término, de origen francés y a su vez procedente de la palabra árabe al-ʿūd es sinónimo de una de las profesiones más legendarias. Un arte que respetan en cada una de sus creaciones aplicando técnicas similares a las que emplearon los grandes del XVII.
Muchos de estos artesanos se encuentran conectados con la música, además de mostrar un conocimiento íntimo de la madera y de su sonido cada vez que dan vida a estos instrumentos salidos de bloques compactos. Una sensibilidad que juega a su favor a la hora de entender al músico. El instrumento siempre mejora tocado.
Fabricación de un instrumento
Imagen: Sebastiano Rizzardo/ Pixabay
Tratamiento de la madera en la fabricación de un tratamiento
Imagen: Cervezas Alhambra
No hay duda de que cada pieza de un luthier es única, lleva su firma, la fecha y el lugar donde fue fabricada. Es el llamado instrumento de autor y ha sido hecho enteramente a mano. Las maderas y el resto de materiales se han elegido escrupulosamente porque cada elemento se fabrica a partir de un tipo de madera maciza. Por ejemplo, en un violín el fondo se hace de madera de arce y la tapa se hace de abeto, en muchas ocasiones procedente del norte de Italia por sus excelentes cualidades para la acústica.

Creadores, restauradores y excelentes conservadores

Pero estos artesanos musicales no solo dan vida a instrumentos de cuerda desde cero. En este oficio también hay hueco para la restauración y reparación. A veces llegan a sus talleres verdaderas antigüedades, algunos son instrumentos con trescientos años, que continúan funcionando pero necesitan ser restaurados. Nuevos o antiguos, la conservación para que permanezcan en buen estado es un aspecto muy importante que cuidan escrupulosamente; es esencial mantenerlos limpios, vigilar cómo se encuentran las cuerdas y la posición del puente.
Es bastante habitual que un luthier realice en su taller una revisión exhaustiva una o dos veces al año. Ellos saben mirar como nadie el interior del instrumento, sobre todo cuando se trata de piezas tan importantes como el “alma”: un elemento móvil que queda sujeto por la presión de las cuerdas y las tapas y que puede sonar de una forma u otra según se mueva.
Según apuntan estos maestros, los cambios climáticos bruscos influyen negativamente sobre objetos musicales fabricados a mano. La razón es fácil de entender, al estar hechos en un material orgánico como es la madera, ella se altera ante el frío, el calor, la humedad o ambientes excesivamente secos. Incluso la voz del instrumento puede llegar a variar.
Violín fabricado a mano
Imagen: ml991 / Pixabay

El taller de estos maestros y sus herramientas favoritas

Cuando un luthier se enfrenta a la creación de un instrumento, sabe que su construcción es un conjunto de sutilezas que afectarán a su sonido final. Entrar en su taller es adentrarse en un mundo lleno de sonidos, aromas a barniz y sensaciones táctiles y visuales. En él la presencia de maderas como el ébano, el pino, el abeto, la jacaranda, el pernambuco o el nogal es lo habitual. Y, por supuesto, todas las herramientas manuales imprescindibles en una taller de carpintería, desde gubias para tallar la madera y definir el mástil, a cepillos para modelarla y bancos de trabajo.
Gubias y otras herramientas para la luthería
Imagen: Andrea Piacquadio/ Pexels
Junto a estas herramientas básicas de todo profesional o amante de trabajar la madera, un luthier necesita otras específicas. Una amplia familia de utensilios para luthería que incluye desde serruchos para alojar los trastes en las guitarras, a cuchillos fabricados en aleaciones especiales, cepillos de base en bronce pulido, sargentos de sujeción para chelos, etc.
En definitiva, en su taller hay todo lo que hace falta para construir y reparar con una gran precisión, o lograr un buen mantenimiento de sus instrumentos musicales. Incluso es normal encontrar piezas de repuesto. Son herramientas de calidad para luthieres profesionales y gracias a ellas obtienen piezas únicas para las que han invertido el tiempo preciso. Hacer un violín se tarda un mes aproximadamente y un violonchelo tres.
Trabajo de creación de un luthier en su taller
Imagen: Andrea Piacquadio/ Pexels
El proceso creativo del trabajo de un luthier está repleto de gestos minuciosos y de precisiones acerca de su material rey, las diferentes maderas usadas. Saben que el abeto no suena igual que el arce, que los anillos que crecen en invierno no tienen nada que ver a los del verano y cómo es el sonido de la madera joven y el de la antigua. Cualquier especie, para poder ser usada por un maestro, debe haber pasado un mínimo de cinco años de secado y es posible trabajar con maderas de 50 años. Entonces, ya habrán sufrido todas las tracciones y tensiones.

Los instrumentos musicales modernos fabricados artesanalmente no tienen nada que envidiar a los de las grandes maestros, incluido el más emblemático, Stradivari. Los nuevos artesanos que llegan a este oficio nutren su alma construyendo estas piezas de cuerda transmisoras de emociones. Son creadores de sonidos que continúan la tradición centenaria y creen en el amor por el detalle sin que el tiempo importe en el proceso realizado: desde el momento del diseño a la creación del molde, el instrumento acabado y, por último, el broche final, su barnizado. Algunos lo han convertido en su forma de vida.

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